El jueves pasado salí a cenar y a platicar con unos amigos a la folklórica avenida de Chapultepec en Guadalajara. "Chapu" tiene como característica el que es un lugar con muchos bares pequeños, restaurantes delicatessen y una gran cantidad de personas apasionadas por el arte y la onda hippie. La verdad no soy un cliente regular de esos rumbos, pero mis amigos se pusieron de acuerdo para poder juntarnos en verano para platicar.
Fuimos a un restaurant alemán y a un bar, y decidimos regresar a nuestros respectivos hogares. Yo había tomado una cerveza, 3 horas antes de que empezara a manejar, por lo que estaba en óptimas condiciones para hacerlo, y no me sentía en lo absoluto mal. Apoyé a dos de mis amigos que necesitaban un aventón a sus casas, y como podía dejarlos sin desviarme mucho, se los ofrecí.
Ya estábamos a punto de tomar avenida Vallarta, cerca de las 12:40 a.m., en cuanto siento que una patrulla, que venía a mi lado derecho mientras estábamos en una glorieta, me prenden la sirena y tocan la particular melodía que distingue a los policías. Bajé mi ventana y me pidieron que me detuviera, ya que traía las luces apagadas y eso era motivo de una infracción. La verdad es que jamás observé si sí traía los faros encendidos, ya que el carro que suelo utilizar los prende de manera automática.
Me estacioné en frente de una farmacia con servicio de 24 horas sin apagar el motor, pero el policía me pidió que me estacionara una calle más adentro. Me desvió de mi ruta, y me llevó a un lugar mucho menos iluminado. Apagué mi carro y mi amigo me ayudó a buscar mis papeles en la guantera mientras yo sacaba mi licencia de manejo para entregársela al oficial.
Para no hacer el cuento largo, tardó unos diez minutos "leyendo" mi licencia, porque ni siquiera me pidió mi tarjeta de circulación, y me dijo que si había ingerido bebidas alcohólicas, y le contesté con la verdad, pero eso sólo empeoró la situación. Me dijo que podía llevarme a la curva, y que me podía poner esposas en ese preciso momento. Gracias a mi suerte, el año pasado, para sacar mi licencia, tomé un curso donde nos enseñaron lo que en realidad pasa cuando te detienen. Me empezó a desesperar y le pedí que me otorgara mi multa, y que si quería realizarme una alcoholimetría, que lo podía hiciera y que me dejara ir.
Me pidió que me bajara de mi carro, he ahí mi primer error. Lo hice, y su primer oración fue "¿Cómo quieres que nos las arreglemos? ¿Cuánto traes? (Obviamente refiriéndose a dinero)". En ese momento asumí una postura completamente cerrada en contra de dar mordida, le expliqué desde un enfoque legal, desde un enfoque ético y desde uno moral porqué yo no le iba a dar dinero a él, pero no se rendía, seguía argumentando que no lo viera así, y que debíamos apoyar a la policía, y no sé que tantas cosas sin sentido haya dicho ese viejo.
Al final de cuentas me dejó ir sin retenerme ningún documento, sin darme ninguna multa y sin que yo le diera ningún tipo de compensación. Mi segundo error fue el no preguntarle sus nombres a los policías (eran dos, pero uno no hizo nada, se limitó a estar parado), ni siquiera anoté las placas de la unidad ni nada, pero me fui muy indignado. Indignado porque esto sea una práctica normal en nuestro país. La fuerza armada debería ser un ente que se diera a respetar, en el que se pueda confiar y que jamás te ofrezca una oportunidad de quebrantar la ley. ¡Ellos son los primeros que deberían responder ante ella!
Jamás he tenido un estándar alto del cuerpo policiaco de mi país, pero nunca había caído tan bajo como lo hizo hace una semana.
Una vez a unos amigos y a mí nos tocó carle mordida a un federal vestido de civil porque teníamos cigarros y uno de mis amigos había fumado uno y éramos menores. Se aprovechan de todos.
ResponderBorrarSigh, cuídate, Raúl.
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